Understanding comics (1993), de Scott McCloud, es un ensayo
sobre historieta escrito en forma de historieta, pero también es otras
cosas. Un homenaje a Will Eisner, por ejemplo, y no sólo porque una de
las referencias más citadas por McCloud es Comics and Sequential Art (1985),
el célebre ensayo del gran historietista, sino porque es evidente el
emplazamiento de Eisner en una suerte de centro del canon
historietístico, lo cual es una opción válida y tan discutible como
cualquier otra.
Al comienzo de Understanding comics McCloud
razona una definición posible para el género, y parte del concepto de
"arte secuencial" propugnado por Eisner para, después de una serie de
agregados y objeciones muy adecuadas arribar a "Juxtaposed pictorial and
other images in deliberate sequence intended to convey information
and/or to produce an aesthetic response in the viewer" (algo así como
"representaciones y otras imágenes, yuxtapuestas deliberadamente en
secuencia para transmitir información y/o producir una respuesta
estética en el espectador"), lo cual también parece lo suficientemente
amplio como para no dejar de lado comics sin palabras, comics
ensayísticos (como el que estamos leyendo) y relatos gráficos con
imágenes que no necesariamente representativas. Se añade, además, la
noción de que la diferencia principal entre el comic y el cine es que,
siendo ambos una forma de arte secuencial, en el último el medio
fundamental es el tiempo, mientras que en el primero la yuxtaposición es
espacial.
Pero es a partir de la tensión entre abstracto y
representativo, de hecho, que McCloud avanza hacia el capítulo más
interesante del libro, donde propone un esquema triangular en el que
cada vértice designa un extremo conceptual: el inferior izquierdo señala
el lugar de las imágenes más miméticas y realistas (el hiperrealismo,
por ejemplo, o los comics creados con fotografías), el inferior derecho
el de las imágenes más icónicas (los cartoons más simplificados, por
ejemplo) y el superior la abstracción. A la vez, adosa otro triángulo
que opera sobre los textos: el extremo inferior derecho implica un
lenguaje florido, "poético", el izquierdo un lenguaje meramente
referencial (que puede estar contenido en las palabras que aparecen
intradiegéticamente, por ejemplo un cartel de SALIDA, o en las
onomatopeyas estilizadas) y el superior el uso gráfico o visual de las
letras. Está claro que el segundo triángulo no queda presentado con la
misma comodidad que el primero; de hecho, es aquí donde McCloud se
vuelve más impreciso, como si quedara claro que los elementos más
"literarios" del comic no son su fuerte, lo cual se nota, y bastante, a
lo largo del libro, que no se ocupa en profundidad de estructuras
narrativas y diálogos. Una razón para esto puede ser que el
historietista "ideal" de McCloud es el que es capaz de dibujar y
guionar, y no tanto el que aporta a una "cadena de montaje", una
percepción muy vinculada a lo que en otras épocas se llamaba "cómic de
autor" no sin cierto elitismo de "alta cultura" que oponía "cómic
europeo" a "cómic americano" en un eje de calidad, algo que claramente
impuso una marca a la visión de McCloud. Lo interesante como propuesta
es el "mapa" que elabora el autor de la historia del comic, ubicando a
diferentes historietistas en puntos diversos de su mapa triangular:
Esta
historia, por supuesto, es también un canon. Es posible relevar todas
las referencias incorporadas por McCloud a su libro y detectar como
suele eludir la mención de guionistas (no se habla de Neil Gaiman, por
ejemplo, ni de Grant Morrison o Alan Moore); esto, en mi opinión, limita
un poco el alcance de su libro en tanto lectura de un corpus
historietístico, pero, a la vez, se entiende que el recorte ejercido
opera en dirección a una concepción de la historieta.
Understanding comics
es también una autobiografía; incluso dejando de lado el prólogo y el
epílogo, McCloud sugiere claramente que su ensayo equivale a una lectura
en proceso, al punto al que se ha llegado tras una vida de reflexión
sobre los comics; conclusiones provisorias, en ese sentido, o
mejorables, discutibles. A la vez, está claro que la trayectoria
personal de McCloud influyó en su concepción de los diversos "tipos" de
artista que propone avanzado el libro, en la parte más fallida y
acrítica (se habla con gran facilidad de "forma" y "contenido", por
ejemplo, una de las dicotomías más problematizadas que deben existir) o
ingenua (en oposición al trabajo más interesante que hace sobre la
posibilidad de una definición) de su trabajo. McCloud propone una escala
de valor para los historietistas: el que es capaz de dibujar "bien" en
la "superficie" (o sea el tipo de dibujante novato que logra crear
dibujos que parecen "buenos"), el que domina realmente el
dibujo y sus técnicas, el que es capaz de entender los mecanismos
narrativos (y de paso, en este nivel McCloud incorpora la idea
-extremadamente conservadora- de que a esta altura el historietista ha
de descubrir o redescubrir viejos artistas que había dado por sentados y
que empiezan ahora a percibirse como mejores que los contemporáneos; no
voy a discutir que en algunos casos esto es evidentemente cierto, pero
lo que rechina es la idea de que haya que llegar a darse cuenta de esto, como un elemento más en un avance,
como si en el fondo la actitud conservadora comportara una sensibilidad
más educada o un mayor conocimiento), el que alcanza un estilo
indudablemente personal (el "original"; aquí opera otro concepto asumido
acríticamente: el del "estilo") y el que llega a la pregunta defintiva,
que McCloud propone como "¿para qué hago lo que hago?". Si la respuesta
implica elegir ante todo la "forma", el historietista se convertira en
un "explorador" cuyo objetivo es "descubrir lo que el arte es capaz de
hacer" (y aquí cita como ejemplos a Spiegelman, Herriman, Moebius y,
fuera de la historieta, a Orson Welles, Virginia Woolf, Picasso y
Stravinsky, lo que implica no sólo una reducción violenta de la obra de
los aludidos sino también, en el fondo, que no entendió del todo el
trabajo de los artistas que nombra); por otro lado, si la respuesta es
elegir ante todo la "idea o propósito", "el arte se convierte en una
herramienta, y los poderes de ese arte dependerán de los poderes de las
ideas implicadas"; aquí "contar la historia" se vuelve lo fundamental -o
"enviar el mensaje" si se trata de no-ficción. Este es el camino de los
grandes "contadores de historias", Schulz, Barks, Hergé, Eisner y
Nakazawa (en otras formas de arte menciona a Dickens, Capra, Woody
Guthrie, otra vez simplificando al extremo -lo cual en última instancia
es comprensible desde que toda esta categorización se basa en creer que
se puede distinguir limpiamente entre "forma" y "contenido"). Esta
escala de "realización" de la idea de artista es el punto más endeble
del libro; no tanto porque se vuelva su porción más "subjetiva" (el
componente autobiográfico nos advierte claramente de eso, y no tiene
sentido pretender "objetividad" al hablar de arte) sino porque es la
menos argumentada, la más "autoral", si se quiere, como si McCloud
sintiera que accedió a una verdad fundamental, casi espiritual, y
ejerciera de misionero.
El capítulo sobre el color, con su
perspectiva histórica que atiende a factores económicos que afectan a la
posibilidad de imprimir no sólo en grises, está entre los más
esclarecedores e interesantes; el último, que ya pretende convertirse en
una suerte de "filosofía de la historieta" (como si esa progresión
fuese necesaria, más "profunda" quizá), es más prescindible, salvo por
su componente de resumen o conclusión.
En cualquier caso, Understanding comics,
con sus defectos y sus aciertos, es sin duda un libro imprescindible
para cualquier historietista; tanto para el que comienza a acercarse al
arte y busca una guia ante todo de sensibilización con las
particularidades del lenguaje historietístico como para el que ya ha
recorrido un buen camino y quiere empezar a pensar en una manera de
sistematizar sus conocimientos.
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