jueves, 30 de mayo de 2013

La mudanza, Nicolás Peruzzo, y Las andanzas de Vlad Tepes, Silvio Galizzi & Matías Bergara



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La historieta local parece haber entrado en una fase de proliferación y asentamiento de proyectos editoriales. Siguiendo el camino trazado hace ya unos cuantos años por Grupo Belerofonte, Dragon Comics (dirigida por Pablo “Roy” Leguisamo y Beatriz “Bea” Liebner) y Ninfa Comics (dirigida por Nicolás Peruzzo) han propuesto en los dos últimos años trabajos no firmados por sus directores, apostando así por el establecimiento de un catálogo sólido. Así, el año pasado Dragon Comics publicó el desopilante Zombess, del gallego Abel Alves, y en lo que va de este 2013 han aparecido –presentados en la convención Montevideo Comics– Las andanzas de Vlad Tepes (con guión de Silvio Galizzi y arte de Matías Bergara), en Ninfa, y El viejo (guión de Alceo Thrasyvoulou y arte de Matías Bergara y Richard Ortiz), en Dragon. Esta nota comentará el primero de los libros mencionados y, además, La Mudanza, también publicado por Ninfa Comics y escrito y dibujado por Nicolás Peruzzo.

Chistes de vampiros
Como es sabido, la historia y la leyenda de Vlad Tepes –príncipe o Voivoda de Valaquia (actual Rumania) entre 1456 y 1462– inspiraron a  Bram Stoker su célebre Drácula. Silvio Galizzi –primero en dos películas que se proponen a sí mismas como “de culto” y “hechas entre amigos”, Sangre en La Mondiola, de 2005, y La balada de Vlad Tepes, de 2009, ambas dirigidas por Guzmán Vila y protagonizadas por el propio Galizzi como el vampiro– viene llevando a la historieta su versión del personaje desde hace ya unos dos años. El apoyo de Matías Bergara es decisivo: el mayor interés del libro –por otra parte hermosamente editado por Ninfa Comics y con la participación de dibujantes invitados de la talla de Enrique Alcatena y Gustavo Sala– está en el arte gráfico, que nos ofrece páginas y viñetas que se encuentran sin lugar a duda entre lo mejor de la historieta nacional contemporánea. A la vez, el punto débil del libro es notoriamente el guión de Galizzi.

Para matizar y repensar la última afirmación se puede proponer que la lectura de Las Andanzas de Vlad Tepes deja claro que la trama y los personajes en rigor no importan. Una tras otra las historias presentadas en el libro nos cuentan que 1) Tepes, por ser Tepes, detesta o desprecia a tal o cual persona y que 2) esa o esas personas son eventualmente asesinadas por Tepes. Las “Andanzas Breves” incluidas en la segunda mitad del libro, entonces, pueden leerse desde los códigos de cierto humor gráfico en el que la repetición de una fórmula es lo esperado y lo esperable. 

El relato principal y más largo del libro (titulado “Érase una vez en La Mondiola”) parece ser propuesto como una narración más ambiciosa, con referencias históricas incluidas (a la cruzada contra los Cátaros), flashbacks y un “origen” –o casi– del personaje, además del establecimiento de la pareja cómica a la Abott y Costello que encarnan Tepes y Negreira. El esquema, sin embargo, es muy similar al de las “Andanzas Breves”. Es verdad que por momentos la de “Érase una vez…” es una narración más sólida, en gran medida gracias al talento de Matías Bergara como narrador visual, pero, en última instancia, el relato es desprolijo y su ritmo es tentativo, irregular. De hecho, la narración invariablemente se detiene o enlentece para redundar en la “maldad” de Tepes, en sus asesinatos (p.34, por ejemplo), no sólo no aportando gran cosa a la trama sino, de hecho, rompiendo el ritmo narrativo una y otra vez. Esa reafirmación continua del personaje es, en última instancia, el objetivo de las “Andanzas Breves”, y el intento de proliferación de asuntos o de magnificación de la trama visible en “Érase una vez…” no termina de cuajar en una historia planteada desde otros códigos. Evidentemente no tiene por qué hacerlo, claro está, aunque por momentos parece intentarlo. En cualquier caso, los fans del personaje podrán disfrutar las viñetas y pasar por alto las fallas más o menos evidentes.

Ahora bien, si pensamos entonces en Las Andanzas de Vlad Tepes como un libro esencialmente humorístico, es interesante desarrollar un poco más las características del humor propuesto. Ante todo se apela al humor negro y a la deliberada incorrección política. El libro, de hecho, insiste en este último asunto: “faltan en esta sociedad cada vez más insoportablemente volcada a lo políticamente correcto, personajes/personas con ojo crítico, que llamen a las cosas por su nombre”, leemos en la página 93, desde el texto aportado por Guzmán Vila (cabría señalar que llamar a las cosa “por su nombre” puede ser en muchas ocasiones un acto conservador y acrítico). En última instancia el libro no es “malo” porque su humor sea políticamente incorrecto  (sin duda tiene razón Soledad Platero cuando señala que “el humor es, por definición, irrespetuoso”); a la vez, tampoco es “mejor” porque su personaje nos deje una y otra vez clara su homofobia (p.71), su moralina sexual y su odio a “los niños” (p.83-85), y su desprecio por cierta literatura (p.68) y por ciertas formas de cristianismo (pp.64-65). En última instancia, es interesante también señalar que el personaje de Tepes termina convertido en más de una ocasión en una suerte de moralista, por ejemplo cuando mata, desolla y cocina a Papá Noel tras detectarle gustos pedófilos (pp.74-77) o cuando señala que “pasan los siglos pero estos hijos de puta [los predicadores cristianos] siguen cobrando cara la entrada al reino de los cielos” (p.65).

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Nicolás Peruzzo publicó hace dos años su historieta autobiográfica Ranitas, que debe ser incluida entre lo mejor del comic nacional contemporáneo. Después de ese libro, sin embargo, Peruzzo no logró acertar con otra obra a esa altura y propuso trabajos fallidos o menores, como su aporte para el volumen colectivo Verano o también el libro Deje de afligirse, con un guión correcto pero malogrado por el dibujante escogido. 

Su flamante La mudanza, felizmente, rompe con esa situación. Además de un notorio crecimiento de Peruzzo como dibujante y colorista –basta como muestra la hermosa representación de la ciudad desolada que ofrece en varias páginas–, la construcción de la trama que encontramos en este libro, con su ritmo cuidado, su fluida presentación de paisajes exteriores y/o interiores y su tenso equilibrio entre el costumbrismo, lo fantástico y lo “psicológico”, viene a probar una vez más el talento narrativo de su autor.

Es posible que La mudanza sea el mejor de los libros presentados en el reciente Montevideo Comics. Su brevedad sin lugar a dudas casa a la perfección con una historia esencialmente sencilla –y de hecho casi imposible de resumir– pero abierta a múltiples lecturas, que reflexiona sobre seguir adelante después de una pérdida, una crisis o un cambio, un poco en la línea del “let go” (dejá ir) de la serie Lost. En cualquier caso, el componente “sapiencial” de la trama, que puede atraer lectores a una historieta con la que es fácil identificarse, no es sino uno de sus múltiples atractivos, no necesariamente el mayor, en tanto sobresalen, ante todo, el dominio de la narrativa, la economía de medios y la evidente expresividad y belleza del arte gráfico de Peruzzo. Donde la pretendida universalidad de la propuesta podría convertirse un problema –en tanto cursi o cliché en potencia–, el guión de La mudanza sale adelante airosamente. 

Las conexiones con Ranitas no son difíciles de encontrar; si bien no está explícitamente planeado de esa manera, es posible leer La mudanza como una suerte de epílogo a la anterior novela gráfica, en particular gracias a uno de los personajes con los que se encuentra el protagonista, un joven que está a punto de dejar atrás el mundo de su adolescencia. Donde Ranitas se detuvo desde el punto de vista del relato, La mudanza sigue adelante explorando ese sentimiento de pequeña muerte personal y de nueva vida que empieza a trazarse para el futuro más inmediato.

Tras esta confirmación de su buen hacer, Peruzzo se instala cómodamente como uno de los tres o cuatro guionistas más talentosos del momento. A la vez, el esmerado trabajo en los libros de Ninfa Comics –tanto en La mudanza como en Las andanzas– comprueban que su proyecto editorial está vivo y en crecimiento.

Publicada en La Diaria el 30 de mayo de 2013

viernes, 24 de mayo de 2013

Quimera, GAS3K.4, Ópticas Diferentes, varios autores




Sagas y quimeras


Este año Montevideo Comics vio la publicación de tres revistas especialmente interesantes: Quimera (que resucita en su segunda época), GAS3K.4 y Ópticas Diferentes. Las dos últimas fueron editadas por el grupo Gas Comics y la primera por un staff liderado por el veterano dibujante y guionista Enrique Ardito. Las tres son, en última instancias, insatisfactorias, aunque cabría señalar que Ópticas Diferentes es la mejor del trío; al mismo tiempo, las tres son interesantes, cada una a su manera, como muestrario de diversas actitudes notorias en los diversos territorios de la historieta nacional contemporánea.
GAS3K.4,  para comenzar, muestra una notoria evolución con respecto a su edición del año pasado, en particular en cuanto a la calidad media del trabajo de los dibujantes. Las páginas dibujadas por Velius Valmont (Pablo Pérez), William Gezzio, Enrique Ardito, Steven Yarbrough y Majox (María José González) funcionan muy bien para lo que podríamos pensar como un nivel “fanzinero” de publicación; algunas, de hecho, son especialmente buenas, en particular las de Steven Yarbrough. A la vez, el aporte de Ryan Cairns no parece al mismo nivel, pero –salvo por algunas viñetas en particular– tampoco se vuelve especialmente malo. Hay quizá algunos detalles a pulir en una próxima edición: el trabajo en grises de Federico Taibo para la historia “Río Rojo”, por ejemplo, no siempre acierta y de hecho falla a la hora de aportar al mejor lucimiento del dibujo de Velius Valmont. Sin embargo, en comparación con los peores momentos de la edición anterior, se trata de detalles menores. Es cierto que GAS3K.4 no soporta la comparación con la zona más “profesional” de la historieta uruguaya contemporánea, pero tiene a su favor la pujanza, la vitalidad y las ganas de mejorar.
Sus mayores problemas, en cualquier caso, no están esta vez en el arte gráfico sino en el desempeño de los guionistas. Buena parte de sus relatos pertenecen a sagas o se inscriben en marcos más amplios y, por ahora, apenas publicados. Esto, por supuesto, no es un problema en sí mismo, o no lo es necesariamente, pero se vuelve fácil pensar que a la hora de interesar al lector con la primera o segunda entrega de un arco narrativo ambicioso lo mejor sería ofrecer una historia relativamente cerrada en sí misma que, a la vez, presente el escenario y prometa más entregas, y eso no sucede con “Imperiex Terra: Guerra Hegemónica II –Sanción Definitiva” (guión de Enrique Castillo “Endriago” y arte de Valius Valmont), “Tiranos Temblad: Búho Negro – Primera Cacería” (guión de Endriago y arte de William Gezzio), “Tiranos Temblad: Fama” (guión de Martín Perez “MaGnUs” y arte de Ryan Cairns), “El Errante: Rescate” (guión de MaGnUs y arte de Steven Yarbrough) y “Grimorio del Plata: Río Rojo” (guión de Santiago González y arte de Velius Valmont y Taibox). Por el contrario, sus tramas son apenas viñetas en las que un personaje se desempeña exitosamente en una tarea y se ofrece –a veces forzadamente– un vínculo entre esa acción y el universo narrativo más amplio. Esto es especialmente notorio en “Tiranos Temblad: Búho Negro”, por ejemplo, y también en la visualmente excelente “El Errante: Rescate”. Toda la revista, entonces, parece más bien un muestrario de grandes arcos narrativos que, lamentablemente, quizá nunca se concreten en historias válidas. Podría pensarse que la ambición de los guionistas Endriago y MaGnUs de crear series vastas y detalladas no termina de cuajar en la creación de buenas historietas.
La revista incluye, de todas formas, algunas historias breves e independientes, entre ellas la mejor que tiene para ofrecer, con guión de MaGnUs y dibujos del excelente Guillermo Hansz. En cuanto a “Luces en el pantano”, con guión de Alejandro Castro y dibujos de Enrique Ardito, si bien no pertenece a saga alguna, tampoco podría decirse que resulta una creación del todo lograda. El desempeño de Ardito, con su notorio estilo retro, es en general correcto (con alguna que otra viñeta destacable, la segunda de la cuarta página por ejemplo), pero el guión de Castro falla a la hora de cerrar satisfactoriamente la historia.
 Ópticas Diferentes, también publicada por el grupo GAS Comics, guionada por Endriago y dibujada por Humberto Sosa, repite la opción de incorporar capítulos de historias amplias y ambiciosas; la resolución individual de cada relato, sin embargo, es más correcta aquí. Así, “La Guerra del Agua: Enemigo Oculto” se vuelve una propuesta interesante, bien dibujada por Sosa, quien hace gala de un estilo retro similar al de Ardito pero con el bonus de cierto barroquismo capaz de elevar notoriamente el nivel del arte ofrecido. No sucede lo mismo con la otra entrega historietística de esta saga, “La Guerra del Agua: Abducida”, que se resuelve de un modo un poco truculento y sin mayor interés.
El mejor de los relatos de esta revista/librillo probablemente sea “Grimorio Del Plata: Soque”, que pertenece a una de las varias sagas ofrecidas por el Grupo GAS. Aquí Endriago encuentra su mejor momento a la hora de llevar la narración, aunque el final –que cierra el vínculo con la saga– podría haber sido mejor trabajado repensando la extensión y ofreciendo un par de páginas más.
Ópticas Diferentes incluye también relatos en prosa; si bien pueden verse ciertas desprolijidades de estilo, la propuesta en general es interesante, por ejemplo en “Cortejo”, que retoma la tradición cienciaficcionera de descripción de alienígenas exóticos, y también en “Afortunado”, que complementa a su manera la historieta “Abducida”.
En cuanto a Quimera, presentada con un trabajo de edición mucho más profesional que los dos aportes del grupo GAS, hay que decir que se trata de una propuesta ante todo variada e irregular. La revista incluye dos artículos de homenaje a Eduardo Barreto, el primero escrito por Alan Font y el segundo por Enrique Ardito, quien se apoya notoriamente en sus recuerdos personales de Barreto y elude una lectura sólida de la obra del gran dibujante. Es innegable, de todas formas, su valor emotivo, pero hubiese sido deseable –al menos para los que se acerquen a este texto buscando más información sobre el enorme talento de Barreto y su vida– una mayor precisión en las fechas y en la hilación de la nota. En cualquier caso, ambos textos, a grandes rasgos, son como mínimo competentes, más allá de algunos extraños hábitos estilísticos de Ardito, entre ellos la inclusión de palabras en inglés que tienen un equivalente clarísimo en español (“lettering” y “dead line”, por ejemplo).
No sucede lo mismo con el otro artículo publicado en la revista, “Algunas impresiones sobre Superman”, de Dario Valle Risoto, que se vuelve un muestrario de problemas gramaticales, de puntuación y conceptuales, incluyendo párrafos prácticamente ilegibles.
Las historietas incluidas están, en general, bien presentadas desde el punto de vista gráfico. “El general” (guión de Gustavo Cortazzo y dibujos de William Gezzio) es un buen ejemplo de esto último, pero se la siente notoriamente malograda por un guión poco interesante. “El aljibe”, con guión y dibujos de Enrique Ardito, ofrece un nivel correcto tanto en narración como en dibujo, aunque la historia se resuelve de un modo un poco simple (con chiste de “viveza de la gente de campo” como remate) y es por momentos gracioso (probablemente un ejemplo de humorismo involuntario) el intento del guionista de ofrecer un registro lingüístico naturalista para sus personajes. Ardito también aporta “Luci”, que aprovecha su lugar en los retiros de tapa y contratapa para presentarse en colores; lamentablemente, el coloreado es, justamente, uno de sus puntos débiles. En cualquier caso, el guión es bastante simple y una vez terminada la lectura la sensación es la de haber dedicado demasiado tiempo a un chiste débil.
Endriago, por su parte, aporta un guión sólido en “Secretos de familia”, quizá lo mejor de la revista, con un trabajo un poco desigual (pero muy bueno en sus mejores momentos) del dibujante Rocker.  A la vez, “Tren Fantasma”, la última historieta presentada (con guión y dibujos de Andrés Trías), se vuelve de lo peor que tiene para ofrecer este número de Quimera. No sólo porque parece un chiste muy sencillo extendido por demasiadas páginas sino porque el “poquitín de morbo” que se nos promete en su introducción resulta tener más de “poquitín” que de “morbo” y terminar generando un humor especialmente ingenuo y hasta tonto.
En general el nivel de Quimera es desilusionante. La edición cuidada y la atractiva portada de Gonzalo Palmer prometen un contenido que el lector, lamentablemente, no encontrará. A historias inanes (“Luci”, “Secretos…”, “El general”) se suman artículos con fallas importantes de escritura (“Algunas consideraciones sobre superman”) o irregular aporte informativo (“Semblanza de Eduardo Barreto”), a la vez que lo mejor que tiene para ofrecer la publicación no supera la altura más fanzinera y de edición materialmente más precaria de las revistas del grupo GAS. Quimera, en rigor, parece repetir gestos típicos del modo en que se encaraba la edición de comics en Uruguay hace por lo menos 20 años; donde otros artistas y editores locales optaron por migrar hacia el trabajo a nivel de editorial (Ninfa Comics, Dragon Comics, Grupo Belerofonte), la gente de Quimera insiste en el viejo concepto de la revista de historietas editada en papel como modo de expresión de un grupo con una opción estética más o menos definida. Es de esperar que les funcione, por supuesto, y que el medio se vea enriquecido por una publicación tramada desde códigos diferentes a los imperantes. Hay muchas estrategias para ayudar a apuntalar este proyecto, y cabe suponer que sus integrantes serán capaces de verlas. Para un segundo número de Quimera, entonces, los puntos a mejorar están claros. Será cuestión de esperar al próximo número.

Publicada en La Diaria el 24 de mayo de 2013