domingo, 11 de diciembre de 2016

El Dormilón, Reflejo, Rodolfo Santullo, Carlos Aón, Jok



La máquina de resolver crímenes




Se cuenta que John Wood Campbell Jr., el editor y fundador de la revista Astounding Science Fiction y responsable de la llamada “edad de oro” de la ciencia ficción, descreía de la posibilidad de mezclar la ciencia ficción con la novela policial. El detective, razonaba, siempre podría acceder a una máquina que resolviese el crimen, de modo que la intriga se disolvería entre las convenciones del género.
Isaac Asimov no estaba de acuerdo. Y para demostrar que Campbell estaba se equivocaba propuso establecer reglas claras desde el principio y operar dentro de sus límites. Así, buena parte de los relatos de robots y las novelas The Caves of Steel (1954, traducida como Las bóvedas de acero) y The Naked Sun  (1957, El sol desnudo) son whodunnits (subgénero del policial en que la trama evoluciona hacia el esclarecimiento del crimen) cuyas condiciones de resolución son inseparables de las “tres leyes de la robótica” establecidas en los relatos como manera de generar una suerte de garantía de seguridad para los humanos (y, de hecho, estos relatos policiales de Asimov suelen girar en torno a crímenes aparentemente cometidos por robots).
Por cierto que no se agota en la habilidad narrativa del Asimov más clásico la fusión policial + ciencia ficción; así, los mejores ejemplos del mix acaso sean The Demolished Man (1953, El hombre demolido), de Alfred Bester, y, saltando casi tres décadas, la todavía fascinante Neuromante, de William Gibson, que en lugar de tomar como referente el policial clásico hace lo propio con la novela negra a la Raymond Chandler y Deshiell Hammett. Acaso la ciencia ficción, si se tratara acá de arriesgar una hipótesis, podría ser presentada no tanto como un género (no al menos un género en el sentido en que lo es el policial) sino como un campo de posibilidades, desde el que escribir ficciones sobre crímenes, relatos de aventuras, novelas de tesis, etc.
Es interesante leer desde esta perspectiva dos de las más recientes novelas gráficas de Rodolfo Santullo, El dormilón (junto al dibujante Carlos Aón) y Reflejo (junto a Jok). Ambas se inscriben cómodamente en la ciencia ficción y ambos son policiales; un misterio de cuarto cerrado el primero y un policial negro, el segundo.
Empecemos por este último. El referente más claro para la polinización cruzada entre la novela negra y la ciencia ficción es quizá la película Blade Runner, y en las páginas de Reflejo aparecen no pocos homenajes al clásico de Ridley Scott, aunque estas referencias no agotan el interés que pueda ofrecer el libro; Santullo, a la vez, no se esfuerza por ofrecernos un escenario futurista explorado a fondo, pero la química o sintonía más que notoria con su dibujante termina por ofrecer, a nivel de los detalles, un mundo convincente, fascinante y amenazador, con mucho más que investigadores duros (y duras), androides, clones y autos voladores que despegan entre nubes de vapor. Es fácil concluir, de hecho, que la historia calza a la perfección con el estilo barroco y convulso de Jok.
Santullo en general trabaja desde cierto nivel de estilización del repertorio de figuras y recursos ofrecido  por los géneros que aborda, de manera que el interés más que apoyarse en lo fascinante en sí mismo de las ideas (como pasaba con la ciencia ficción clásica y como pasa en la contemporánea con escritores como China Mièville, Paolo Bacigalupi y Ted Chiang) lo hace sobre el proceso narrativo en sí mismo, sobre la ejecución sin fisuras de la trama. Así, Reflejo probablemente no sorprenda a los fans de la ciencia ficción –aunque estos, por otro lado, sin duda disfrutarán de los homenajes y las referencias incorporadas– pero sí funcione a las mil maravillas dentro de los códigos de la novela negra.
Pasa algo parecido con El dormilón, donde el escenario futurista es aún más tenue o esquemático y apoyado en lugares comunes de la narrativa postapocalíptica (catástrofe ecológica y económica, humanos que se refugian en comunidades que se quieren autosuficientes pero que quizá no lo sean, piratas/caníbales de carretera, ricos que huyen a las colonias espaciales). Y la solución a la pregunta de quién mató a…, acá si dentro de los parámetros del policial clásico, es tan simple y clara que el efecto de lectura, en lugar del que podría ofrecer otra reiteración más de ciertos tópicos, es de una magistral economía de medios, una suerte de minimalismo, digamos, apuntalado por el estilo de Carlos Aón, que ofrece pequeñas maravillas como la última viñeta del libro o la más que notoria expresividad de las páginas 75 y 27.
En ambos casos, entonces, el énfasis está puesto en el policial. Son, digamos, ejemplos o ejercicios sobre subgéneros del policial (la novela negra y el misterio de cuarto cerrado) que se sirven de escenarios de ciencia ficción o, por decirlo de otro modo, que trabajan con lugares comunes y esquemas consabidos de la ciencia ficción. Esto no implica una valoración negativa o escéptica: por el contrario, Santullo toma de la ciencia ficción exactamente lo que necesita, ni un átomo más ni un átomo menos, y dosifica esa traza de género –por decirlo de alguna manera– en el contexto que sin duda sabe manejar mejor y disfruta más, el del policial.

Publicada en La Diaria el 11 de noviembre de 2016


No hay comentarios:

Publicar un comentario